Seguro que, tomando unas cañas con tus amigos y amigas, alguien ha propuesto un negocio, y todos le habéis dicho: con esa idea fijo que te forras. ¿Tú crees?
Pongámonos en situación: tienes una idea increíble y quieres materializarla en un producto o servicio para posteriormente lanzarla al mercado. ¿Éxito o fracaso?
Antes de lanzar tu producto al mercado hay un paso fundamental que no puedes pasar por alto: el test de concepto.
El test de concepto es tu primera cita con el mercado. Es un estudio de mercado que te permite presentar tu idea y ver cómo reaccionan los consumidores ante una idea de producto o servicio que todavía ni siquiera está materializado: sólo está en tu mente, quizá en un power point. Si la idea genera poco interés, si no aporta una solución novedosa (ojo: no sólo novedosa, tiene que ser solución), si no responde a las necesidades conscientes o inconscientes del cliente, el producto fracasará.
Para conocer si esta idea de producto resuelve una necesidad del cliente, lo más habitual es recurrir a técnicas cualitativas, porque resulta difícil obtener información relevante en una encuesta sobre algo que todavía es muy abstracto.
Te pongo un ejemplo cotidiano: Imagínate que tienes una cita, el test de concepto sería como preguntarles a tus amigas si tu outfit les gusta antes de salir de casa. Si no les gusta, tienes la oportunidad de cambiarte y mejorar. Si les gusta, tienes más probabilidades de triunfar.
Lo mismo ocurre en el mundo empresarial; este estudio es una herramienta esencial en investigación de mercados que te ayudará a validar tu idea antes de invertir tiempo y recursos para desarrollarla.
Por ello este tipo de análisis son muy frecuentes en procesos de desarrollo ágil de producto: se testa la idea en diferentes fases, para ir ajustando la propuesta de valor a las necesidades del cliente potencial, especialmente de los primeros adoptantes.
¿Cómo se hace un test de concepto?
Ahora, hablemos de metodología. Como hemos dicho antes, el test de concepto se suele abordar con técnicas cualitativas como focus group o entrevistas en profundidad, con el objetivo de investigar las emociones y el comportamiento de las personas. Es muy difícil obtener información de una encuesta sobre una idea que todavía es demasiado genérica, por lo que, no obtendríamos resultados claros.
Presentas tu idea a un grupo de personas que representan a tu público objetivo, les das todos los detalles y les haces preguntas para conocer sus motivaciones y frenos a la compra: ¿Les gusta tu idea?, ¿Comprarían el producto o usarían el servicio?, etc.
Una vez tenemos los resultados…
¿Qué hacemos?:
- Descartamos la idea: si los resultados del Test de Concepto han sido negativos, es decir, pocos participantes muestran entusiasmo por el concepto o la mayoría de los encuestados no tienen la intención de comprar el producto, posiblemente tu idea no va a triunfar. Por lo tanto, una de las opciones sería descartarla y dirigir tus esfuerzos hacia otro lado. Como dice el refrán: más vale prevenir que curar…
- Adoptamos la idea: si el Test de Conceptos revela que tu producto es bien recibido y cumple con las expectativas del consumidor, es decir, los participantes muestran entusiasmo por el concepto y la mayoría estaría dispuesta a comprar el producto, podrías poner en marcha tu idea y avanzar al siguiente paso. Esto se traduce en que tu producto o servicio cumple las necesidades de tu público objetivo.
- Sugerimos condiciones de cambio: tu idea puede tener potencial, pero necesita algunos cambios para gustar del todo. El objetivo es identificar exactamente lo que podemos mejorar y hacerlo más atractivo para los consumidores. Nos podemos basar en el feedback de las personas encuestadas para recoger ideas de mejora.
En metodologías ágiles para el desarrollo de productos, este es un proceso iterativo, en el que se hacen evaluaciones continuas con los avances durante el desarrollo del producto para evitar invertir demasiados recursos en funcionalidades que los clientes no valoran.
Limitaciones del test de concepto
Aunque el test de concepto es una herramienta imprescindible para conocer cómo reacciona tu público objetivo a tu idea y saber si puedes o no lanzarlo, tiene algunas limitaciones:
- No sirve para estimar la demanda: el test de concepto no es una herramienta cuantitativa, permite conocer si el producto o servicio es aceptado, pero no permite predecir el volumen de ventas. Eso requiere del uso de otras técnicas, pero también de tener un producto y unas condiciones de venta ya definidas para que el consumidor se pueda posicionar sobre una propuesta concreta.
- Cuanto menos preciso sea la definición del producto o servicio, más vagas serán las opiniones que recojamos: el consumidor siempre responde de manera más fiable cuando el producto está bien definido. No es lo mismo responder a la pregunta ¿Contratarías un medio de transporte que te permita llegar en dos horas desde Madrid a Nueva York? Que hacerlo indicando no sólo los beneficios, sino también los costes que tiene para el cliente (económicos o de otro tipo).
- Puede ayudar a generar ideas no previstas: cuando presentas tu idea, a veces los comentarios inesperados pueden abrirte la puerta a innovaciones que ni siquiera habías considerado.
En definitiva…
El test de concepto es como ese primer boceto en la servilleta del bar tomando algo con tus amigos y amigas, les gusta la idea, te proponen mejoras antes de aventurarte a materializar ese concepto.
Es tu oportunidad para ajustar y mejorar tu idea antes de lanzarla al mercado. Este estudio te permite tener una visión de como perciben los consumidores tu idea y adaptarte a sus preferencias y necesidades.
En Adimen te ayudamos en este proceso: ¡Contáctanos!